Wallmapu: visibilizándonos desde el territorio ancestral Mapuche  

Festival

Por Pablo Mariman Quemenado

Comunidad de Historia Mapuche

Las territorialidades ancestrales, como lo es el Wallmapu, hoy día son reconocidas como parte fundamental del derecho indígena internacional. También la pre existencia de los pueblos originarios que como el mapuche han vivido en sus territorios desde antes que los estados coloniales, y posteriormente republicanos, asignaran a estos espacios los nombres de capitanía general o virreinato de la Plata de los cuales provienen Chile y la Argentina.

Sus palabras son parte de nuestro catálogo 2016.

Comprender esto, es decir, la transformación espacial como social para beneficio de unos y para desgracia de otros, genera actos relacionados a la memoria como al olvido. El discurso de un emocionado candidato presidencial tras su victoria electoral el 2009 en Chile, conectó aquel momento con hitos históricos de su significación en los cuales -y gracias a Dios- sus antepasados conquistaron y fundaron el país que ahora le tocaba dirigir. Él, como su clase que en sí es un grupo étnico, fue educado de esa manera, como de seguro también los Boers en Sudáfrica o los Kiwi en Nueva Zelandia y así otros donde el colonialismo sometió poblaciones y tomó sus territorios para construir el actual mapamundi y con ello la riqueza y el poder de que gozan hasta el presente desde la cúspide de la pirámide socio-racial.

Sin embargo, el Wallmapu siempre ha estado allí, en el cono sur de Abyayala, cada estero, montaña, cada fenómeno -metafísico o visible- está inscrito en el Ngüy mapu. Miles de años requiere un idioma para estandarizarse e inscribirse en el espacio y en las sucesivas generaciones de personas que lo hablan. En el Wallmapu debió ser imposible pasar las necesidades que tenemos hoy, la abundancia de ecosistemas es también la de productos que nutren a las distintas especies como a los propios Mapunche, este etnónimo es un término genérico que engloba a todos quienes viven y modelan una cultura y lenguaje que impregna el espacio que ocupa y nombra. Así es, no se puede entender un azche, su kimvn y mapudugun sino se comprende su territorio. Los mapuche somos tan diversos, como diverso es el itrofillmongen que sostiene y contiene el Wallmapu.

En el resalta por su magnitud el lelfun mapu, cuya referencia cardinal la hace conocida como puelmapu y puelche a sus habitantes. Las extensas llanuras conocidas como pampas, son atravesadas por sinuosos ríos (Kurilewfu, Chadilewfu) que unen cordillera y océano. Al contrario del desierto que se nos hizo concebir, subvalorándolo como un medio propicio de habitar, la vida en este ambiente surge de las más variadas formas, siendo las tierras de seres característicos como abundantes: el choike, el luam y sus predadores por excelencia, el pangue y el nawel. Ellos no sólo nos proveyeron de alimentos, vestimentas y/o utensilios, sino de konew y por su intermedio valores (el más fuerte, el astuto, el rápido o el sabio). Con ellos y otros nos hemos relacionado (<> es el gürü, <> el pangi) e identificado al punto de llevar sus nombres (ñamku, vilu, kura, lemu, etc.) y cualidades (lef, kalfu, milla, wera, nekul). De arbustos y árboles (caldenes, espinos, chañares) que adquieren la talla de tal formando bosques, se obtienen las sombras necesarias que proveen cobijo a gran número de aves, pájaros e insectos endémicos. Sólo era un desierto para quienes se impusieron su conquista.

El Gulumapu concebido como el país de la humedad, una vez traspuesto el fütra mawida (los Andes), nos lleva al verde y azul que se inscribe en la wenufoye. Fillke mongen mvley trayenko mu, ka witrurko, kalafken, lemontu mu…wera anumka nieiñ tvfa mapu mu. Muy especialmente el foye, el triwe, el folo y el kvlon que nos protegen y dan salud. Sobre, bajo y alrededor nuestro está la vida, en las islas que recortan el horizonte como al interior de los majestuosos zeyiñ, están los antepasados y los püllü que invocamos y acompañan nuestro paso por el nagmapu.

Nuestra humanidad deja su presencia por todo el Wallmapu desde miles de años. Sea en el renü <> en el Chubut o los emplazamientos horticultores de Monte Verde en Llankiwe, nos hablan de una presencia inconmensurable. Si los antiguos, kuifikecheyem, provinieron de las estrellas o si descansan en algún pillan son parte de las explicaciones que nos sitúan desde siempre en estas tierras tutelares, cuyas geografías -y los fenómenos que encierran- aparecieron de grandes confrontaciones de seres/cerros o vientos que los piam dan a entender. Maremotos, volcanes y terremotos fueron modelando sus costas e interiores. A Kai Kai y Treng Treng sentimos moverlos bajo los pies de cada generación pasando apuros cada vez que se activan sus fuerzas atávicas, situándonos en la humildad que se debe tener ante energías desbocadas que buscan sus equilibrios y el nuestro en el.

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Nosotros no llegamos a conquistar y fundar un país, somos el Wallmapu, el país profundo de estas tierras. Desde hace 500 años asistimos a una transformación de nuestra herencia por la instalación de un invitado de piedra, mejor dicho un allegado a la fuerza. La codicia y el poder, el cesar y Dios, cruzaron los mares para traernos no sólo su civilización de la cual ostentan, sino sus enfermedades, sus sistemas de creencias y de convivencia, a la cual se nos introdujo cuando no nos hicieron desaparecer.

Desde los últimos 150 años -con guerras de conquista de por medio- convivimos con sujetos que se creen no sólo superiores, sino dueños de las <> y de las gentes. El Wallmapu, así como el Kurdistan, el Tawantinsuyo o el Tibet quedó sepultado en la conciencia y lenguaje por la creación de nuevas configuraciones político-jurídicas bajo la forma de estados naciones, haciéndosenos adscribir desde entonces a identidades centradas en nacionalidades, que si bien se inspiran en la igualdad o la fraternidad de quienes las conforman, son las más excluyentes de los hombres y mujeres preexistentes.

Hoy formamos parte de dos países cuya organización se estructura socio-racialmente. Quienes vivimos de la tierra y la soberanía alimentaria que esta otorga no contamos con la tierra suficiente para las generaciones futuras. Quienes tuvimos que migrar para integrarnos al sistema de convivencia impuesto, con más o menos estudios, debemos depender de jefaturas y salarios, inmersos en las diversas subculturas que engendra el mundo winka, desde donde también resistimos, creamos e influimos.

Sin embargo, quienes no echamos al olvido las reservas de memoria sobre nuestro país, el Wallmapu, tenemos una responsabilidad que no es tan solo con nuestras familias, sino con los kuifikecheyem. No se trata de recuperar del Wallmapu tan sólo su materialidad para producir, sino también retomar el buen vivir. Este kvme mogen se plantea convivir con respeto, armonía y complementación. Trasciende las nacionalidades y los grupos étnicos existentes en el territorio para su beneficio, salud y felicidad, por lo que se opone a todos los intentos por controlar o someter.

El Wallmapu está en nuestros corazones, en nuestra memoria, también es parte constitutiva de nuestros sueños y visiones. Nos impulsa a hundir en la tierra la semilla, a remplazar las plantaciones por bosques, a liberar los ríos de las represas, a limpiar de desechos los canales, islas y campos; a extraer de las cárceles a sus hijos e hijas que la defienden. En fin, a escribir declarativamente -en prosa o poesía- nuestros amor y compromiso, así como lo hacen quienes desde el cine se congregan en FICWALLMAPU llevando más allá de sus fronteras temas que nos aquejan y motivan, acortando de esta manera las distancia y los silencios impuestos.

Volver a visibilizarnos como Wallmapu es una de las tareas de este encuentro en lo cual coincidimos para ir ganando protagonismo, comunicación, autogestión y autonomía para nuestra descolonización… en esto necesitaremos mucha ¡luz!, ¡cámara! y ¡¡Acción!!