Desalambrar los cuerpos

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Tiempo atrás, una estudiante preguntó si existían los gay mapuche antes de la llegada de Pedro de Valdivia. Ante la inquietud pensamos en cómo entenderíamos la categoría gay, debido a lo problemático que resultaba ese molde para los habitantes del Abya Yala. Con el pasar de los días, me detuve en lo complejo que son/somos algunos cuerpos en este mundo “heterowinkapatriarcal”, como lo nombra Doris Quiñimil, y cómo, en estas condiciones podríamos identificar, reconocer o registrar las memorias sexoafectivas diversas. Obviamente no encontré respuestas, aunque transito en lineamientos,  reflexiones y dudas que quiero compartir.

Uno de los primeros elementos a considerar, es que muchas formas y expresiones de cuerpos indígenas colectivos diversos han sido cristalizados por medio de la palabra e historia blanca. Por lo que, aunque hay registros, no basta con tomar y ajustarlos a una denominación, sino que su sola existencia implica problematizar sus formas y atributos discursivos, pero  en contexto y luchas situadas. 

Dentro de las interrogantes que surgen, pienso en cómo nos denominamos los cuerpos mapuche actuales que no se ajustan a la norma hetero en miras de una  (de)construcción en pensamientos y diálogos de lo marika mapuche. Aún con estas dudas, analizo en lo complejo de forzar las creencias ancestrales con alternativas lingüísticas de lo LGBTIQ+ de manera aislada y descontextualizada, pues sospecho que muchas de esas presiones del nombre provienen desde las miradas coloniales que buscan “ajustarse” a las ancestralidades para mantener su hegemonía. Con esto no hablo de imposibilitar la apropiación de términos, signos o de las violencias históricas, resignificándolos como forma de resistencia; sino que planteo una discusión que va más allá de la sola preferencia sexual de los cuerpos: propongo una deconstrucción frente a las cercas morales que determinaron nuestras pulsiones sexoafectivas.

Los cuerpos mapuche contemporáneos cohabitan espacios militarizados por una política racista, con luchas históricas, en el que se tejen las memorias de cuerpos diversos, colectivos e incómodos. En esta línea pregunto ¿cuál sería el sentido político de la atención a las diversidades ancestrales sexoafectivas en el mundo mapuche? ¿cómo miramos esa memoria sin desatender las resistencias actuales? 

Dentro de las discusiones de las afectividades y corporalidades podemos encontrar a Sebastián Calfuqueo, artista visual mapuche, quien en sus distintos trabajos ha puesto tensiones en las herencias coloniales existentes en las narrativas de los cuerpos, por ejemplo: el binarismo. De ahí creo importante como punto de entrada, para nuestro kimün, visualizar los registros de existencias de cuerpos y prácticas ancestrales sin una óptica binaria. En este encuentro de miradas, me parecen valiosas las propuestas de Kütral Vargas Huaiquimilla, escritorx y performance mapuche, quien en sus obras tensiona los placeres y conflictos del cuerpo en el territorio que habita, invitando a pensar en ¿cuáles son los cruces del pensamiento mapuche con los espacios en los que crecemos?, ¿cuál es la conexión con el territorio del placer?, ¿cómo interpelamos a nuestros cuerpos entre las violaciones forestales? o ¿cómo nuestro territorio corporal se formó con alambres de la moralidad? Estas propuestas, entre otras voces que dialogan en la actualidad, nos invitan a pensar en cuerpos únicos, individuales, colectivos y políticos con violencias históricas que enfrentan las complejidades de la estética hétero, pero que no se limitan solo al gusto sexual.

Cuando busco en lo ancestral, pienso en los cuerpos de resistencia y autonomías como puntos de enunciación y lecturas potentes de tejer. En este recorrido de dudas  pienso en cuáles son los cuerpos que queremos visibilizar en la historia cola mapuche, porque la visibilización del pueblo-nación, trae consigo una necesidad de diálogo con las demandas de cuerpos vulnerados, pero ¿cuál es la necesidad o interés de recorrer los pasajes ocultos de nuestros cuerpos ancestrales? ¿Será que la memoria corporal así lo está pidiendo? ¿Será que nuestra historia está en un punto de retorno al origen para poder entender estos presentes? Inmediatamente interrogo ¿de qué sirve pensar en gustos sexuales indígenas precoloniales, si no lo entrecruzamos con las luchas actuales en las comunidades de recuperación? ¿Ayuda pensar los cuerpos champurria, afectivos y coquetos, sin vinculación con las zonas de sacrificio? o ¿cómo son las tierras secas en donde crecen sus sexos? Me gustaría incluir, o registrar en la búsqueda,  lo complejo y peligroso que puede llegar a ser: marika, mujer, trans, inter, no binarie, pobre, mapuche y champurria en las  poblaciones precarizadas, por lo que no puedo mirar lo ancestral sin las luchas situadas y próximas.

En las reflexiones y dudas que siento, invito a pensar en las diversidades ancestrales como un acto político que implica desmalezar los cuerpos/territorios de lo binario, colonial y moral. Limpiar los campos del heteropatriarcado y retornar al origen de la complementariedad. Ahí, cuando liberemos las aguas, cuando permitamos que los ríos fluyan, las respuestas aparecerán humectando los campos, posibilitando sentires y viviendo placeres. Ahí sin formas, nombres, ni alambres históricos hacia los cuerpos.

Retrato del autor
David Coñomán Romero

Mapuche-Champurria. Nació en Santiago waria producto de la migración forzosa familiar. Trabaja en torno a escrituras de sensaciones champurria, luchas y resistencia a los territorios impuestos. Miembro del Colectivo Rangiñtulewfü y del Colectivo de arte Uno1. Es parte del equipo editorial de Yene Revista. Explora sus conocimientos en la docencia como profesor de lengua y literatura, además de ser investigador en el área de Innovación Curricular.